Es tradición que, allá,
en los albores del cristianismo, uno de los siete Varones Apostólicos, Hesiguio o Isicio, trajo a Cazorla la luz de la fe y
estableció en ella su sede episcopal, por lo que, desde tiempo inmemorial, se le venera como Patrón y, el 15 de Mayo de cada
aņo, el pueblo se traslada en procesión hasta la "Pedriza", lugar donde el Santo fue lapidado y tiene su ermita.
El aņo de 1535, una
terrible epidemia de peste diezmaba la población, ocasionando gran cantidad de muertes, tanto en personas como en animales.
La situación era desesperada: los cazorleņos acudieron a su Patrón, San Isicio, y la plaga cesó. En memoria de semejante
portento, los dos cabildos de la villa, el civil y el eclesiástico, hicieron voto perpetuo de celebrar, cada aņo, la fiesta
del Santo como día de precepto, con liturgia "doble mayor de primera clase".
Desde entonces,
aņo tras aņo, en cumplimiento de esta promesa, la tarde del 14 de Mayo, se trae a San Isicio desde su ermita a la Parroquia;
los hortelanos de aquel pago se apresuran a adornarlo con lo mejor que tiene: olorosas rosas de mayo, madreselvas y romero, y,
en la mano del Santo, que bendice,
las primeras cerezas y un manojo de ubérrimas espigas. Cuando el piadoso cortejo llega al pueblo, ya está iciciada la noche, entonces,
un singular espectáculo se ofrece a los ojos de los romeros:
MILLARES DE CAPARAZONES DE CARACOL, convertidos en candiles,
artísticamente colocados en fachadas y balcones, iluminan la cerrera de la procesión.
Es costumbre secular, que no por antigua deja de sorprender cada aņo.
El día 15 se celebra
la fiesta en la Parroquia. El Consejo asiste bajo mazas, y la campana "gorda" del reloj toca incesantemente, hasta que la
Corporación penetra en el templo. En las primeras horas de la tarde, se devuelve el Santo a su ermita. El ayuntamiento obsequia
a los romeros con la típica "cuerva", y los jóvenes enamorados ofrecen a sus prometidas el tradicional "cartucho", pletórico
de confites.
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