El Castillo de la Iruela
La Iruela se atisba a lo lejos en la inmensa roca sobre la que se asienta su Castillo
en el que se han establecido tres épocas distintas de contrucción desde los templarios mediavales hasta los castellanos y nobles del XVI.
Los tres recintos amurallados de La Iruela son testigos de este paso del tiempo. Al pie de esta mole de piedra cargada de encanto y leyendas, se levanta el que fuera templo parroquial dedicado a Santo Domingo de Silos y que fuera construido por discípulos de Vandelvira que se encontraba a la sazón construyendo el templo de Santa María de Cazorla. Este templo ardió en la invasión francesa y más tarde se convirtió en cementerio.
La Iruela es un pueblo situado en una pendiente,
con empinadas calles y viejas tradiciones que se remontan hasta tiempos de la reconquista. Sabedor de su riqueza ha sabido guardar los tesoros de sus mejores artes culinarios o de sus devociones a las imágenes religiosas, como han mostrado los recientes estudios del cronista oficial D.Rufino Almansa Tallante.
Los primeros indicios de la presencia humana en el entorno de la Iruela datan de La Edad del Cobre (III milenio a C.), con una intensa ocupación hasta la Edad del Bronce. En la segunda mitad del II milenio a C. se produjo un despoblamiento del área, que aún no se explican los investigadores, hasta que en el siglo II a C. asistimos a una proliferación de asentamientos.
En 1231 fue conquistada por el arzobispo de Toledo, don Rodrigo Ximénez de Rada, pasando a formar parte del Adelantamiento de Cazorla, gran señorío construido por el arzobispo y vinculado al arzobispado de Toledo.
En 1294 el arzobispo don Sancho de Castilla,
con la intención de reforzar el alfoz de Cazorla, le dio La Iruela como aldea. Pero La Iruela no quiso sujetarse ni obedecer este privilegio dado a Cazorla, provocándose distindos enfrentamientos incluso violentos entre ambas poblaciones. Hacia el año 1366, durante el gobierno del arzobispo don Gome Manrique, militante en el bando de Enrique II, las villas y lugares del Adelantamiento quedaron divididas: mientras Cazorla siguió el partido de Pedro I; La Iruela secundó la política del arzobispo, concediéndole por ello el Villargo el 28 de junio de 1370.
Esta independencia duró poco ya que Cazorla consiguió del mismo arzobispo la anulación del privilegio a La Iruela, volviendo a su condición de aldea el 5 de agosto del mismo año. En 1378 recuperó su "autonomía municipal", con la concesión del privilegio de Villazgo por el arzobispo don Pedro Tenorio. De esta manera quedó sólo sujeta a la jurisdicción arzobispal de Toledo cuyos prelados nombraban alcaldes, escribanos y demás oficiales de justicia.
El conjunto de fortificaciones se levanta sobre una agreste peña, cortado en tajo por dos de sus frentes. El elemento más destacado es la
Torre del Homenaje, rodeada de muros
que apoyan en la roca y que delimitan un pequeño recinto. El segundo recinto está formado por restos de varias torres y muros, todos ellos apoyados en afloramientos rocosos. La entrada, en codo, se hacía a través de una de las torres. Dentro se ubica un amplio aljibe. Debió contar con un tercer recinto que completaba el conjunto. Al lado, las ruinas de la iglesia de Santo Domingo. Se edificó en el siglo XVI, dentro del recinto del castillo, bajo el mecenazgo de don Francisco de los Cobos e inspirada en modelos vandelvirianos. Era una iglesia de tres naves con testero plano. Conserva dos portadas, una lateral y otra a los pies, ambas con arcos de medio punto y lenguaje renacentista.
Texto por Juan Rubio Fernández (Rincones de Jaén)