La ciudad de
ÚBEDA goza de una situación privilegiada en el centro de la provincia
de Jaén, a 56 kilómetros de la capital, lo que la convierte en encrucijada de las carreteras que conducen a Madrid,
Córdoba, Granada y Albacete, siendo cabecera de comarca
de una rica zona olivarera y dentro de importantes actividades empresariales y comerciales.
Extendida sobre la
Loma, entre el Valle del Guadalquivir al sur, y al norte el del Guadalimar, enmarcada en la lejanía por las Sierras de Cazorla
y Segura, es, ÚBEDA, asombrosa, diferente según qué ojos y según
qué oídos: es la ÚBEDA recatada de Eugenio D'Ors, que ni estorba
ni contradice a la Úbeda espléndida, cortesana y exquisita de un Renacimiento fastuoso de piedra y bronce, de príncipes
y artistas. Es la ÚBEDA que encontró Antonio Machado reina y gitana...
Es, en fin, ÚBEDA múltiple y única.
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Una síntesis histórica de
ÚBEDA nos remonta a mediados del tercer milenio con la aparición de formas de la
cultura de El Argar en lo que hoy es su casco urbano, incidiendo con sus elementos culturales y haciendo llegar
al Valle del Guadalquivir contigente de población, cuyo objetivo debió ser los centros mineros.
Bajo el imperio romano es conocida por el nombre de Bétula por su situación cerca del Guadalquivir, Bethis, pero es
durante la dominación musulmana cuando, sobre su antiguo asentamiento, se funda la ciudad de Ubbadat al-Arab (ubbada de los árabes).
Su construcción es iniciada por Abd al-Rahman II, convirtiéndose en una de las ciudades más importantes de Al-Andalus.
ÚBEDA
se hace famosa entonces por su industria y artesanía comerciando con todo el Islam y fabricando productos
como los Ubed'ies, esteras de esparto tejidas y bordadas a mano, o los de alfarería y cerámica, cuya tradición se mantiene
hasta nuestros días.
En el año 1.234 ÚBEDA es definitivamente conquistada por Fernando III convirtiéndose
en ciudad realenga y titular de un arciprestazgo. Durante más de dos siglos participa activamente en la lucha contra los musulmanes,
gozando de amplia autonomía en su gobierno local, regido por el Concejo, panorama que se ve ensombrecido por los duros combates entre los
hidalgos de la ciudad, que dieron lugar a que, a semejanza de lo ocurrido en Baeza, las murallas y torres del Alcázar fuesen demolidas
en 1.506 por orden real.
Pero es el siglo XVI,
durante los reinados de Carlos I y Felipe II, cuando ÚBEDA alcanza su máxima
pujanza: hombres de Úbeda ocupan puestos decisivos en el gobierno del imperio; surge la Úbeda del Renacimiento,
erguida de torres y palacios, énfasis de la piedra tallada, cuna de nobles y academia de artistas.
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La Plaza Vázquez de Molina
Inmediaciones a la Plaza del Mercado
La Plaza del Mercado y contorno
Iglesias y Conventos
Hospital de Santiago
En
ÚBEDA se admira, sobre todo, la profusión de un Renacimiento comparable
al más fastuoso de Italia, que llena la ciudad de bellísimos edificios en perfecta armonía con otros estilos arquitectónicos: desde
algún resto románico hasta la elaborada decoración del arte barroco.
Comencemos la visita
a Úbeda por la PLAZA VÁZQUEZ DE MOLINA, síntesis y
expresión del mejor arte renacentista. En ella destaca la Sacra Capilla del Salvador, una de las más bellas
obras del Renacimiento español. Mandada a levantar como panteón familiar por don Francisco de los Cobos y Molina, secretario de Estado del Emperador Carlos,
fue adjudicada la ejecución de las obras a Andrés de Vandelvira y al cantero ubetense Alonso Ruíz. La decoración escultórica corrió
a cargo del francés Esteban Jamete, que intervino en la mitad inferior de la portada, siendo realizada el resto posteriormente. En
el altar mayor se encuentra el Cristo de la Transfiguración del Monte Tabor, Única pieza original del gran
retablo tallado por Berruguete.
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